10 sept 2011

EL AZUL: EL COLOR DE LA TRASCENDENCIA



En la tradición iconográfica el azul representa el color de la trascendencia. Azul es el manto del Pantocrator, azul son las vestiduras de la Virgen y de los apóstoles, azul es el centro de la explosión de luz de la transfiguración, azul, en su tonalidad celestial la túnica de los ángeles de la Trinidad de Rublev. 

En la Biblia no se hace nunca referencia al color azul. Están presentes los zafiros que deben su color azul a un significado cósmico: recordando el azul del cielo, en la cosmología de la biblia, convierte los materiales de los cuales es constituido el firmamento. En la visión de los profetas son de zafiros el pavimento, un estrado y un trono reservado a aquel que reina en el cielo: <> Ex 24, 10-11

El mismo significado podemos atribuirlo al azul zafiro mencionado en el Antiguo Testamento cuando se hace referencia a Dios: <> Num 15, 37-39

Aunque carece de la precisión de las fuentes por establecer el simbolismo, el color azul aparece siempre unido al misterio de la vida divina.

Pongámonos de frente a la Trinidad angélica de Rublev. Escribe Alpatov que nos encontramos de frente a una obra maestra, una imagen de la paradisiaca “deesis azul”. Rublev alcanza una riqueza inigualable, un acorde musical pleno con toda la gama de silencios mas finos que se ejecutan en todos los detalles de la composición. Hay efectos de la policromía, porque nada viene a turbar la profundidad de la contemplación divina. Se trata de colores celestes. Son los colores del cielo visible que tomaron el significado simbólico de signos del cielo ultraterreno.    

  

Pero porque el azul, “el azul de Rublev” representa el color de la trascendencia, de la naturaleza divina? Azul es el manto del ángel central, azul son las túnicas de los dos ángeles laterales. El color azul aparece siempre conectado al misterio de la vida divina.

Queriendo analizar la posible conexión existente entre el significado simbólico fijado por la tradición iconográfica y la interpretación psicológica prevista por los modernos estudios realizados sobre particulares sensaciones producidas por los colores, notamos como el azul, en sus diversas tonalidades luminosas, representa la calma. La contemplación de esto color tiene un efecto pacificante sobre el sistema nervioso central. La presión arteriosa, la frecuencia del pulso y la respiración son todas reducidas. El cuerpo se prepara a relajarse. El azul, como los cuatro colores base, es una representación cromática de una necesidad biológica de base: representa la tranquilidad, la satisfacción de estar en paz. El azul, como sensibilidad de relajación, es un requisito para la empatía, para la agudeza meditativa, para la profundidad de los sentimientos. El azul afirma J. Itten – nos plantea sobre las alas de la fe a las distancias infinitas del espíritu-.

El azul corresponde simbólicamente al cielo, a la morada divina, pero también al agua, al mar en calma.
Los antiguos simbolismos del agua, como aquella que fecunda la tierra y los vivientes, nos guían a los símbolos analíticos del agua como fecundadora del alma.

Para todas las especies de vida vale el echo de ser nacidas del agua y en este caso, la ontogénesis no es mas que una recopilación de la filogénesis. El simbolismo del inconsciente de la imagen arquetípica radica en los recuerdos colectivos que la humanidad tiene desde su evolución, y una motivación e interpretación de un símbolo en clave de psicología de lo profundo que necesariamente consiste en poder relacionarse con el dato de la forma simbólica o la función de aquel dato portador del símbolo con los grandes recuerdos de la historia de la humanidad, mas bien, con la evolución de la vida misma.
El icono del bautismo nos ayuda a comprender tal simbología.



Según la interpretación psicoanalítica, el rio, el mar representan el correr de la vida del hombre y las fluctuaciones de sus deseos y sentimientos.

La navegación en superficie indica las caras de nuestra existencia, pero las regiones submarinas se refieren al inconsciente, siempre dispuesto a ponerse en estado de advertencia, cuando nuestro equilibrio interior amenaza peligrosamente de romperse.

Necesita saber ver hacia abajo, en las zonas inferiores del ser, que no van ciegamente reprimidas para purificar, para poder ser armoniosamente integradas con la totalidad del individuo. Una purificación que puede venir solo de lo alto para que pueda ser eficaz necesita de nuestra plena y lucida conciencia. Esta necesidad de continuo confrontar con la parte mas autentica de nosotros mismos, con el –profundo-, marca existencialmente las condiciones humanas y no puede ser olvidada, porque –como decía san Juan Bosco- es una exigencia que puede representarse siempre en modo de todo lo inesperado, después de un largo camino de perfección.

El icono muestra a Jesús inmerso enteramente en el agua como en un sepulcro. Esto forma como una caverna oscura. Cristo baja, desciende en el abismo, desde la profundidad de los abismos para renovar la creación.

Cristo es bautizado, sale del agua y se eleva al mundo –canta la liturgia de este día- la creación es liberada, los hombre en un tiempo en las tinieblas son transformados en hijos de luz. El bautismo por inmersión practicado en la iglesia bizantina reproduce en todos los fieles la muerte y la resurrección de Cristo.

El descender en el agua del Jordán es una prefiguración del descenso a los infiernos, del profundizar en la profundidad tumultuosa y oscura del animo humano, para dar luz a quienes viven en la sombras de la muerte.

Un azul intenso colorea el agua del Jordán. El azul es el color mas profundo: lo miras en lo hondo sin encontrar obstáculos y sin perder el infinito, como si el color se substrajera indefinidamente. El azul es el color mas inmaterial, es el color de la trasparencia. En si inmaterial, el azul desmaterializa todo aquello que envuelve. Es el camino del infinito donde lo real se transforma en imaginario.

El conjunto de sus funciones simbólicas depende de esta calidad fundamental. Cuando es claro, el azul conduce a soñar despiertos y cuando se torna mas oscuro, según su inclinación natural, lleva al sueño, al mundo del inconsciente  y esto puede proporcionar  un ulterior elemento de enlace entre el color azul y la trascendencia. El himno  -Te lucis ante terminum- de Completas, la oración litúrgica de la noche, recita: -Te corda nostra somnient, / te per soporem sentiant- en Ti nuestros corazones sueñan, te sentimos en el sueño. Aquí esta adjunta toda la teología espiritual del sueño y del soñar que son autenticas producciones del inconsciente. Basta pensar en los sueños bíblicos para pensar como el sueño es un modo elegido de Dios para comunicarse con los hombre. El inconsciente es el receptáculo de la imagen divina, escribe Jung.

Aunque la iglesia, reconoce que ciertos sueños vienen innegablemente de Dios, el sueño prácticamente abre la puerta principal a la comprensión de todos los fenómenos religiosos y de las tradiciones religiosas.

En el sueño viene encontrada una condición que equivale a un retorno al estado de quietud fetal antes del nacimiento y el sueño mismo equivale a una regresión al estado emocional que prueba un lactante que se duerme en el seno de su madre. Es el retorno al Padre: en la profundidad de nuestro inconsciente, en el agua calidad del seno materno se encuentra una pantalla del sueño sobre el cual vienen proyectadas las imágenes, los colores que Dios a pintado para nosotros.

Así el azul del mar tranquilo nos empuja a las infinitas distancias del espíritu. Se puede objetar que en la simbología bíblica el mar  es también el lugar de las bestias demoniacas, pero esto es el mar en tempestad, el color azul oscuro y turbio –azul mezclado con el rojo- indican como los impulsos instintivos –el rojo- prevalecen recortando las alas de la fe.      

Annamaria Corpaci